Me acuesto y pienso:
    “¿Cuánto falta para que amanezca?”.
La noche se me hace interminable;
    me canso de dar vueltas en la cama hasta el amanecer.
Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras;
    la piel se me rasga y me supura.

»Mis días se van más veloces que una lanzadera,
    y sin esperanza alguna llegan a su fin.

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